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Habíamos oído hablar mucho de esta prueba que se ha convertido por méritos propios en un clásico dentro del calendario y teníamos ganas de hacerla, así que este año empezamos la lucha por el añorado dorsal tan difícil de conseguir debido a ley de la oferta y la demanda, y no es que haya poca oferta precisamente (mas de 7.000 participantes entre todas las modalidades), lo que dice mucho del buen hacer de la organización, que no es otra que la emblemática legión.
Aunque yo había conseguido hacerme con el valioso dorsal, mi compañero Javier no pudo conseguir uno, y lo tuvimos que pelear nuevamente en el foro, buscando una cesión entre aquellos corredores que por una u otra circunstancia finalmente la suerte les dio de lado y no pudieron acudir a Ronda. Desde aquí quiero agradecer a Javier que nos cedió su dorsal y a mi buen amigo Paco que intercedió para que así fuera, el que haya podido compartir esta carrera con mi compañero de fatigas, os debo una "Ronda".
Le dije a Javier que la logística del ejército era muy buena, así que era suficiente con llevar un cinturón con una botella de agua y lo imprescindible y que llegados al km 78 en el cuartel de la legión, ya nos pondríamos la mochila y cogeríamos unos bastones para encarar la noche, pero como es un artista me aparece con un cinturón, pero eso si, con dos botellas de agua y un bolsillo extra que le puso para meter toda suerte de artilugios, algunos de los cuales reconozco que me vinieron bien como la crema solar o la vaselina, pero con un peso extra que si se cae a un río se ahoga.
En mi última carrera en la Ruta de las Fortalezas de Cartagena, tuvimos la fortuna de compartir un tramo con Super-Paco, y siguiendo con estos ejemplos de superación, en esta ocasión coincidí con Javier Abrotano, un marchador invidente que ya había conseguido terminar la ruta en anteriores ediciones y que en el foro de la legión pedía un guía para poder completarla este año, así que le pregunté a su acompañante y me confirmó que le haría de guía y que incluso le había alojado en su casa la noche anterior. Espero que les fuera bien en la ruta.
El día se presentaba caluroso y como es habitual no nos situamos muy bien en la salida, así que los primeros kilómetros los hicimos esquivando a la gente como pudimos y hasta que no pasaron al menos los primeros 5 km no pudimos trotar cómodos. Al no ser una carrera de montaña no hay grandes desniveles, sobre todo al principio, ya que se concentran más hacia la segunda mitad, por lo que se rueda rápido y al ser muchos kilómetros se puede pagar más adelante.
Javier desde el principio no se encuentra cómodo y tenemos que hacer alguna parada para andar, aunque llevamos un buen ritmo, así hasta que pasamos por el bonito pueblo de Setenil en el km 58 y después del avituallamiento empieza una cuesta donde a Javier le pasa factura el sol que llevamos soportando todo el día y el peso del cinturón, que alivia vaciando una de las botellas de agua y yo le llevo en la mano el bolsillo extra. Se ve a mucha gente a un lado con calambres, pasando la pájara a la sombra e incluso vomitando, tantas horas de sol están haciendo estragos.
Cuando comienza la bajada cogemos un ritmo bastante bueno y adelantamos a mucha de la gente que nos pasó en la subida, hasta que llegamos al acuartelamiento de la legión, justo cuando están arriando la bandera, por lo que tenemos que pararnos y esperamos respetuosamente a que finalice el acto.
A la salida del cuartel nos esperan nuestras abnegadas esposas y los hijos de Javier, por lo que paramos a saludarles y aprovechamos para ponernos las mochilas. Javier que parecía recuperado se viene abajo con el parón y se siente mareado y angustiado. Yo se que es algo pasajero y que Javier tiene madera de sobra para terminar los poco más de veinte kilómetros que nos quedan, ya que me lo demostró en la Ultra Trail de Sierra de Tramontana, donde durante horas estuvo soportando sus doloridos pies.
Le digo que si quiere paramos una hora, dos, o las que necesite hasta que se recupere y que después si quiere hacemos lo que nos queda andando, que hemos llegado hasta aquí en 10 horas y media y nos quedan más de 13 para terminar en tiempo. Aunque intento animarle porque se que puede terminar y que si abandona tan cerca del final mañana se arrepentirá, su familia esta presente y la cara de preocupación de sus hijos hace que no le insista mucho, no quiero que su familia pase preocupada esta noche esperando ver en las condiciones que llega, así que después de esperar una media hora a ver si se anima a seguir, me preparo para afrontar la noche solo.
Me cambio los calcetines y descubro que me han salido unas ampollas que no tienen muy buena pinta, aunque las zapatillas que calzo tienen varias salidas, no acumulan demasiados kilómetros, culpa mía, error de novato. Salgo y acometo una larga subida tirando del frontal y con los bastones que he cogido en la parada del cuartel, hasta que al llegar arriba descubro con horror que en el cambio del cinturón por la mochila me he dejado el pasaporte legionario que nos sellan en cada punto de control y sin el cual quedo eliminado aunque consiga entrar a meta en tiempo. En esos momentos me hubiese gustado tener un espejo para mirame la cara de bobo que se me debió quedar.
Llamo por teléfono a mi santa mujer y la saco de la cama para que me lo lleve al siguiente punto de control en Benaoján y comienzo la bajada cogiendo de nuevo un buen ritmo, hasta que llegamos al asfalto y noto que una piedra me hace dado en el dedo meñique, así que me descalzo y tras sacudir la zapatilla continúo, pero tengo que volver a descalzarme al poco porque sigo notando la molestia y descubro que no se trata de una piedra, sino una nueva ampolla que esta vez me deja cojeando y con bastantes dudas de si podré terminar a tan sólo 15 km de meta.
Cuando llego a Benaoján mi mujer todavía no ha llegado, así que no puedo pasar el punto de control. Me siento a esperarla en la plaza del pueblo y me tomo una aspirina granulada. Cuando por fin viene mi pasaporte parece que la aspirina ha obrado milagros, porque la ampolla ya no me molesta tanto y al menos no cojeo, así que continuo hacia Ronda, se han torcido ya tantas cosas, que el terminar se ha convertido en algo personal.
Continúo y empezamos una serie de subidas que se hacen duras y los últimos kilómetros se me hacen eternos, estoy bien de piernas, tengo ganas de correr, pero las ampollas de mis pies solo me permiten trotar, los bastones me están salvando la vida, sobretodo en las bajadas, donde nunca los uso, pero ahora su apoyo es fundamental para mitigar el dolor. Después me enteraría que este año han modificado la parte final de la ruta, metiendo más kilómetros y desnivel, este año los 101 son 105, por eso los últimos 6 km son en realidad 10 km y se hacen tan pesados, ya que si no te avisan te haces falsas expectativas de lo que realmente queda.
Cuando llegamos al tajo de Ronda se hace un momento especial al verlo iluminado y por un instante siento envidia de la gente que viene detrás y podrá verlo al amanecer, encaro la famosa cuesta del cachondeo que ya es la última que me separa de meta y entro en Ronda, donde pese a ser casi las tres de la mañana hay bastante gente en la llegada animando. Al terminar me voy directamente a la carpa de los podólogos a que me curen mis doloridos pies, y donde espera nuevamente mi mujer, a la que jamás podré agradecerle todo lo que hace sin protestar, sirvan estas líneas de reconocimiento...
Enlace a todas las fotos de los 101 km de Ronda.
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