Estamos locos

Cuantas veces nos lo habrán dicho! y con un poco de suerte ¡Cuantas más veces nos queda por oirlo! ¿Que vas a correr 100 km? ¿Que sales de noche y encima los haces sin dormir?.... hay que estar loco.

 

Pues sí, quizás estemos locos, pero no hay nada como atravesar la senda de un bosque en una noche cerrada sin luna, iluminados por la escasa luz de un frontal que apenas nos permite ver el vaho que nuestra respiración devuelve al frío de la noche... y cuando de repente en una curva, un claro te permite ver el cielo estrellado que la ciudad con sus neones te niega, todo ese "sufrimiento" queda justificado.

 

Estas y otas cosas que sabemos muy bien los que corremos, lo explica como niguno el escritor y corredor uruguayo Marciano Durán en este vídeo:

 

 

En estos momentos me llegan a la cabeza extractos de aquella carta que el jefe indio Seattle, le envío al presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce, cuando le propuso comprar los territorios indios del noroeste que hoy conforman el estado de Whashington:

  

"¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña. Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?

 

Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.

 

Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de las suyas. Tal vez sea porque soy un salvaje y no comprendo."

 

Yo tampoco entiendo como alguien puede asociar la palabra correr a la agonía y el sufrimiento, tal vez porque soy uno de esos locos que corren. No porque nos persiga alguien, no porque tengamos prisa, tan sólo por el disfrute de hacerlo, por pasar por sitios vedados para la mayoría, por sentir el subidón después de parar y por miles de cosas que sólo entendemos los locos que corremos, o porque quizás, al igual que el jefe Seattle somos unos salvajes y no entendemos.