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Aunque esta no es una web de viajes, escribo estas líneas para agradecer a nuestros amigos de Sahara Salvaje el que nos invitasen a descubrir la magia del Desierto del Sahara en Marruecos y como en realidad ha sido más bien un viaje de aventura, si que guarda algo de relación con el mundillo de las ultras como descubriréis más adelante...
Tras aterrizar en Marrakech atravesamos al día siguiente el imponente Atlas con sus nieves perpetuas, ya que su pico más alto supera los 4.000 metros de altura. Nosotros subimos hasta los 2.200 metros, donde ya pudimos ver nieve a esas latitudes y comenzamos el descenso hacia el Valle del Draa. En este lado del Atlas ya se nota la influencia de la cordillera en el clima, que impide que la humedad del mar penetre hacia el interior, pues del verde de la vertiente que daba hacia Marrakech, pasamos a unos paisajes de desierto de piedra, con islas de vegetación en aquellos lugares por donde discurre el río Draa, que da forma y nombre al valle y es el más largo de Marruecos.
Parada en Ouarzazate para comer y tras pasar Zagora llegamos a Tagounite, donde nos alojamos en Les Palmeraies en una haima de adobe tradicional y a la mañana siguiente pudimos conocer un poco las costumbres y formas de vida ancestrales de los pequeños pueblos y kasbahs del desierto de esta región del sur de Marruecos, que es poco conocida y frecuentada por turistas.
A mediodía y tras deleitarnos con una deliciosa tortilla bereber, nos dirigimos hacia M´Hamid, el último pueblo donde termina la carretera y comienza el verdadero desierto. A unos 95 km se encuentran las Dunas de Erg Chegaga, las más grandes de la región con una altura de 300 metros y una extensión de 50 km. Sólo es posible acceder en caravana de dromedarios en 4 jornadas de viaje, o como en nuestro caso en 4x4. Para los amantes del ultrafondo tienen además el atractivo añadido de que alguna de las ediciones del Maratón de Sables ha transcurrido entre estas mágicas dunas.
Llegamos al campamento Erg Chegaga con el tiempo suficiente para hacer una ruta de casi tres horas en camello, subiendo a una de las dunas más alta de la zona, donde se divisaba la inmensidad del desierto y no pude resistir la tentación de correr un poco entre las dunas. Después de ver atardecer en el desierto pudimos comprobar el cambio de temperatura nada más ponerse el sol y tras una cena en el campamento dormimos en una haima nómada tradicional.
A la mañana siguiente recorrimos 100 km en el 4x4 por el desierto, pasando por la antigua ruta del París-Dakar, atravesando el fondo de un lago ahora seco por la falta de lluvias de estos veinte últimos años y volviendo de retorno hacia Marrakech, donde volveríamos en avión al día siguiente a encontrarnos con nuestra rutina diaria.
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